El lobo cría en la Comunidad de Madrid

10 enero, 2013

lobo comunidad de madrid

Desde que en el verano de 2010 se fotografió a un lobo en la Comunidad de Madrid, el mismo grupo de naturalistas locales que obtuvo este documento ha confirmado a través de avistamientos, rastros, datos de ataques e incluso fotografías y vídeos que la especie vive en la vertiente madrileña de la sierra de Guadarrama. Más destacable ha sido aún detectar una manada con cuatro cachorros, más de medio siglo después de que desapareciesen los últimos lobos reproductores en esta comunidad autónoma.

por Omar Alonso, Rubén Laso y Diego Martín

Madrid: un pequeño triángulo en el mapa, pero con una población humana de más de seis millones de habitantes, ochocientas personas por kilómetro cuadrado. En su centro una metrópolis que extiende sus tentáculos urbanos en todas direcciones, cubriendo campiñas, inundando valles, trepando por las faldas de la sierra…
Por casualidad o milagro, aún quedan reductos donde priman bosques, matorrales y sembrados: al este los páramos y valles de La Alcarria, el monte mediterráneo de El Pardo a las puertas de la ciudad, las dehesas de encinares al suroeste o la sierra de Guadarrama al norte. El aliento de la cercana urbe late siempre sobre estos espacios naturales, que precisamente por ello resultan más originales y valiosos. En este escenario empezaron a registrarse hace una década huellas, ataques y confusos avistamientos de lobos. La pregunta inevitable aunaba incredulidad y esperanza: ¿realmente hay lobos en Madrid?
El hecho de que el cánido cruzase las líneas invisibles que dividen el territorio era solo cuestión de tiempo, como continuación de un proceso natural de expansión iniciado en la década de los setenta. La especie recolonizó las provincias de Segovia y Guadalajara desde los años noventa y su paso a la Comunidad de Madrid había de llegar tarde o temprano. Quizás la pregunta deba ser: ¿hay territorios apropiados para que el lobo se asiente en Madrid?
La sierra de Ayllón, donde medra la población de Guadalajara, o las laderas segovianas de la sierra de Guadarrama, que acogen a varias manadas, se prolongan en un continuo ecológico hasta la sierra del Rincón y la cuenca del río Lozoya, ya en suelo madrileño. Son mas de 125.000 hectáreas de territorio montano (Peñalara es la mayor cima, con sus 2.429 metros), cubiertas de un mosaico de encinares, melojares, pinares de silvestre, prados, sotos, matorral y pastizales de altura. Cuenta con poblaciones saludables de presas para el lobo como el corzo y jabalí y una densidad de apenas veinte habitantes por kilómetro cuadrado. El mayor impacto antrópico es posiblemente la autovía del Norte (A-1), la llamada carretera de Burgos, que recorre la zona de norte a sur dividiéndola en dos. Toda esta descripción resulta análoga a la que se podría hacer de otras comarcas loberas del norte de la península Ibérica.

Así pues, la respuesta es clara: desde el punto de vista ecológico hay espacio para el lobo en la Comunidad de Madrid. Es algo tan obvio que parece casi innecesario plantearlo. Sin embargo, esta evidencia cobra una indudable fuerza simbólica si se añade el ingrediente de un conglomerado urbano con millones de almas a poco más de cincuenta kilómetros de distancia.


Doce docenas de lobos

18 octubre, 2011

La Junta de Castilla y León autoriza a abatir esa cantidad de ejemplares en la comunidad autónoma

FUENTE: ELOY DE LA PISA | MADRID (http://www.elnortedecastilla.es)

Ejemplar de lobo ibérico

«I’ve been out in front of a dozen dead oceans» («He estado delante de una docena de océanos muertos»). Esta es uno de los versos que forman parte de ‘A hard’s rain a gonna fall’, la apocalíptica canción escrita por Bob Dylan allá por los albores de la década de los años 1960, cuando Estados Unidos y la URSS dirimían su tensión de la guerra fría con la crisis de los misiles de Cuba. Y esta semana la Junta de Castilla y León ha decidido hacer un poco a su manera su particular versión del verso y a autorizado la caza de doce docenas de lobos en la comunidad autónoma. Doce docenas, 144 de ejemplares sin especificar si son machos o hembras, lobos adultos o sin independizar.
El número no tiene nada de peculiar, pero sí lo tiene que se autorice abatir a 15 ejemplares al sur del Duero, supuesta frontera europea que protege al controvertido cánido.
Hace seis meses, un estudioso del lobo mostraba su preocupación por la superviciencia del lobo en Castilla y León. Una afirmación que fue contestada de inmediato por ganaderos y sindicatos agrarios e, incluso, por los cazadores. Lo cierto es que ninguna señal parece advertir de que el lobo esté en peligro. Incluso se producen cada vez más ataques al ganado en zonas en situadas al sur del Duero, en los que supuestamente es intocable porque su presencia es escasa.
Pero más allá de lo que puedan decir los números y las palabras, parece indudable de que el lobo crece y gana espacio. Desde sus criaderos naturales en los Picos de Europa y la Sierra de la Culebra, su expansión es tan evidente que no es raro que su presencia sea clara en cualquier batida de jabalí que se organice.
Dylan vio una docena de oceános muertos, y la temporada cinegética verá doce docenas de lobos muertos. O no. La astucia de este animal suele salvarle de la muerte en muchas ocasiones. Lo que nunca se sabrá es los que caen sin que se contabilicen. De esos hay unos cuantos, pero tampoco parece importarle a nadie.